Es la tarde gris y triste
tras mis ojos escondida.
Y son éstos la guarida
del aullido de mi cisne.
Los violines ahora cantan
despidiendo al sol que muere,
y antes de que desespere
se despide de mi cisne.
Caen las plumas otoñales
silenciosas hasta el suelo,
creando con desconsuelo
más lágrimas infernales.
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