En el principio estuve amortajado
y atado a las cadenas que hacen hombres,
cuya esencia es ser un ser limitado
y tener hambre de entender los nombres.
Me explicaron que un paseo era ocasión
para obtener una canción o un beso.
Me enseñaron las estrellas como guías:
“que si la osa, si el norte, o que si el polo”.
Me enseñaron el mar: los bañadores,
sombrilla, bronceador y coger sitio.
Pero el azul del mar…
fue un secreto entonces.
Me enseñaron la luna, que los rusos
o los americanos conquistaron,
pero fueron otros quienes me dijeron
que era (y es) la reina de la noche.
Y del atardecer nadie me dijo,
nadie me dijo nunca, para nada,
que no era solo el paso hacia la noche,
sino el camino hacia la madrugada.
Y yo vi el sol cayendo aquella tarde,
no sabía que no entendía nada.
Fue mi mano a tu mano aquel instante,
cuando caía el sol, el día: amarte.
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